lunes, 13 de octubre de 2014

S XI GUILLERMO I EL CONQUISTADOR

S XI GUILLERMO I EL CONQUISTADOR


Después de la conversión de los normandos, los duques habían adquirido un particular favor del Papa, por su ardor en edificar monasterios e iglesias destruidas por sus ancestros.

Después de la muerte de los mediocres herederos del rey Canuto, Eduardo fue proclamado Rey. Éste recibió la visita de Guillermo, (quien deseaba ser rey de los Witans) que  le prometió la sucesión al trono. Eduardo prometía su fortuna a todos sus sobrinos. Quería irse como peregrino a Roma. El Papa lo dispensó a cambio de una Abadía. Hizo construir la abadía de Westminster y trasladó su palacio cerca de ella.  En 1066 muere; fue el último rey anglosajón, antes de la conquista; para los ingleses era el símbolo de la Inglaterra independiente.
Guillermo, Duque de Normandía, era un hijo ilegítimo del duque Roberto y de una aldeana a quienes le hicieron la vida muy dura sus súbditos.
Normandía estaba en paz y floreciente; el duque era tenaz. Se casó con Matilda, hija del Conde de Flandes: el Papa se lo prohibió, pero  se impuso y -a cambio- prometió construir dos iglesias en Caen. 
En ese tiempo los Witans ofrecían la corona; Harold fue hecho prisionero, aunque Guillermo lo dejó libre, a condición de que fuera su súbdito. Cuando Eduardo murió, los Witans nombraron a Harold rey. Éste violó  la ley feudal  del juramento solemne hecho  a Guillermo, un usurpador pero que tenía una tropa excelente y peligrosa. Guillermo le juró a cada uno de sus vasallos normandos tierras en Inglaterra y dinero. Pudo así desembarcar sin luchas ni batallas en Inglaterra. Harold regresó hacia el Sur. Cuando los normandos vieron a sus hombres, lo atacaron. Fue una masacre donde el propio rey murió.
Las operaciones militares y diplomáticas aclara, el carácter de quien sería su rey. En vez de asaltar Londres, la rodeó y esperó su rendición. En vez de coronarse, esperó que  le ofrecieran la corona; quería aparentar ser el rey legal. En Navidad de 1066, principio del S XII se dejó coronar en Westminster. En esa época se edificó la Torre de Londres.
El duque de Normandía, rey de Inglaterra y los normandos encuentran en Inglaterra unos paisanos sajones y daneses en comunidades separadas por bosques y tierras, agrupados junto a una iglesia de madera. Los celtas, galeses y escoceses no formaban parte del reino de Guillermo I que reinaba por derecho conquistado. El casamiento de su hijo Enrique I con  Matilda unió la casa de Normandía a la dinastía de los antiguos reyes sajones.


EFECTOS DE LA CONQUISTA NORMANDA: EL GOBIERNO CENTRAL

Ninguna situación fue más ambigua que la de Guillermo I en Inglaterra, al día siguiente de su coronación. ¿Tenía derecho a ser soberano legítimo un miembro de la antigua familia real? Era un conquistador rodeado de cinco o seis mil caballeros ávidos, a los cuales les prometió tierras quitándoselas a sus antiguos propietarios ingleses. Se podía decir que pertenecía a la misma raza que los anglo-daneses y primos cercanos de los anglo-sajones. Estos normandos, transformados a lo largo de un siglo y medio, lograron que ningún inglés comprendiera su lengua. La nobleza inglesa se abandonó a la bebida, a la glotonería, al desorden, mientras los franceses vivían con frugalidad. En revancha, los señores ingleses más generosos, no buscaban enriquecerse, mientras los normandos fueron soberanos, 
¿Cómo un puñado de normandos aislados en un país extranjero, en un tiempo de comunicación difícil y lenta, podría  gobernar? La ventaja de los conquistadores era numerosa. Ellos tenían a Guillermo como un verdadero jefe que traía de Normandía una sólida experiencia; encontraron resistencias locales, aunque no una resistencia nacional y sobre todo poseían una temible superioridad bélica. Después de la derrota de Harold, ninguna armada en Inglaterra podía oponerse a la caballería feudal Normanda.  Sabían construir fortalezas impenetrables. Primero eran de barro, luego de piedra. Guillermo, rey prudente, no autorizaba a construir estas fortalezas más que a sus hombres de confianza; eran fortalezas reales como la Torre de Londres. A los hombres del interior se les prohibía tener castillos fortificados.
Para distribuir a los normandos las tierras prometidas, debía quitárselas a los vencidos. Primero se las quitó a los traidores, que habían combatido para Harold; luego se las quitó a los revoltosos, con el fin de anexar a la corona nuevos territorios.  Reprimió una rebelión  en el norte, donde quemó  los pueblos y edificó en su lugar el espléndido castillo de Durham, flanqueado de una catedral digna de elogios. 
Los puestos importantes estaban ocupados por los normandos. Los compañeros del Conquistador formaban la nueva nobleza inglesa. Dos lenguas se hablaban en el país; el clérigo hablaba francés y latín. 
En Francia, a partir del S XVIII hasta el S XIX, las antiguas fórmulas francesas del rey normando se empleaban todavía en Inglaterra. Durante casi tres siglos, el inglés no poseyó una literatura ni gramática, sólo una lengua popular hablada. El sajón fue una lengua germana con declinaciones complicadas, pero el pueblo inglés las simplificó, adquiriendo una asombrosa liviandad.
Los barones colaboraban con el rey. Desde Roma, el Papa Gregorio pedía el celibato de los sacerdotes, el derecho a nombrar a los Arzobispos y que el Rey les rindiera homenaje.
Guillermo el Conquistador fundó una gran monarquía, pese a no ser un soberano de Inglaterra; juró mantener las leyes y costumbres anglo sajonas; debía respetar los derechos feudales concedidos a sus compañeros; temía y veneraba  la iglesia. Guillermo no podía concebir la monarquía absoluta: tampoco la nobleza feudal se lo hubiera permitido.
Los normandos introdujeron un orden más rígido, fundado sobre un principio: “Sin tierra, sin Señor”. En la cima de la jerarquía económica y del hombre político, estaba el Rey, coronado como una persona sagrada; era el propietario de todas las tierras del reino; guardaba parte de ellas y cedía el resto a sus jefes y a los caballeros, a cambio de servicios militares y otros favores. Por ejemplo,
 si el rey otorgaba cien casas solariegas, tenía derecho a cincuenta caballos, en tiempos de guerra. El barón se quedaba con cuarenta y el resto era para sus vasallos. 
Los ingleses eran sinceramente religiosos y no concebían un estado social diferente. Mientras percibían el peligro de invasiones, la clase militar era necesaria. Fue en el Siglo XIII, que el sistema feudal percibió a los militares como una clase inútil y onerosa. Cuando esta clase se disolvió,  también  cayó  el orden.
Guillermo I el Conquistador dejó Normandía a Roberto: Inglaterra a Guillermo y cinco mil marcos de oro a Enrique.
Durante veintiún años, Guillermo reinó en Inglaterra con eficacia, poniéndose la corona solamente en tres ocasiones por año: en Navidad, Pentecostés y Pascua; luchaba contra los  barones, cazaba ciervos y pasaba algún tiempo en Normandía para defenderse contra las trampas del Rey de Francia. Fue mortalmente herido en una de esas campañas.
Su hijo predilecto era Guillermo el Rojo, llamado así por el color de sus cabellos resplandecientes. A él le dejó la corona de Inglaterra; al mayor, Roberto, a quien tenía en mediocre estima, le legó sin ganas Normandía, sabiendo que nada bueno llegaría a ser y a Enrique le dejó los cinco mil marcos de oro.
Guillermo no era tonto ; era corpulento, brutal, medio mal hecho, sarcástico y sólo estimaba a los guerreros; tenía horror a los sacerdotes y blasfemaba con un placer salvaje. Su gran goce eran los banquetes que daba en Navidad y en Pascua a sus barones. Para aumentar su magnificencia empleó durante dos años los artesanos de Londres para construir el hall de Westminster que fue tenido en ese entonces por el más magnífico edificio del reino, sitio de la corte de Justicia. Para divertir a centenares de caballeros y mercenarios, llegados de todo el país aumentaba los impuestos. Había prometido respetar la ley, lo cual no cumplió, cuando se sintió poderoso. El segundo objetivo fue recuperar Normandía. Cuando  su hermano Roberto partió para la primera Cruzada, Guillermo el Rojo le dio diez mil marcos de oro a cambio del ducado de Normandía. 
Pero estando ausente Roberto, el hijo menor Enrique se hizo proclamar Rey por  sus barones amigos y  -a falta de un  Arzobispo- coronar  por el Obispo de Londres . Todo fue tolerado y  el reino de Enrique I fue un tiempo apacible.
La institución jurídica, prestada por los normandos a los francos, era un método muy antiguo para determinar un hecho y aprobar los testimonios de quienes conocían la verdad. El Rey tomó la costumbre de convocar tales juzgados con el fin de decidir cuestiones criminales. La paz del reino no fue tan serena ni la dinastía tan fuerte, cuando un accidente imprevisto arruinó las esperanzas del heredero al trono. Guillermo el Rojo naufragó cuando regresaba de Normandía. Como no deseaba dejar el reino al hijo de Roberto -su hermano mayor fallecido, potencial heredero del ducado de Normandía- había designado heredera a Matilde, viuda del Emperador alemán.  El gran Consejo le rindió homenaje. Para proteger las fronteras del ducado,el heredero se casó en segundas nupcias con la futura reina de Inglaterra. Este extraño casamiento no gustó a los ingleses; no les gustaba haber jurado fidelidad a una mujer. A la muerte de Enrique I, nacerían los problemas.
Los tres reyes normandos, Guillermo I el Conquistador, Guillermo II el Rojo y Enrique I habían servido a su patria de adopción; habían reinado en orden y mantenido un equilibrio aceptable entre los derechos de Inglaterra y los del reino.
Enrique I fue un hombre valiente. Nadie dañaba al otro en su época; la paz del reino fue su gran triunfo. La dicha de vivir  diez y nueve años bajo un gobierno fuerte y justo fue benéfica.
Enrique I había designado heredera a su  hija Matilde, pero surgió otro pretendiente, también nieto del Conquistador, Estienne de Blois. El reino se dividió entre los partidarios de Matilde y los partidarios de Estienne.  El futuro Enrique II, conde d´Anjou, a la muerte de su padre, fue adoptado por Estienne y juraron que la unión y la paz reinarían en toda Inglaterra. Estienne, poco después fue proclamado rey de Inglaterra y acogido con gran entusiasmo por el pueblo inglés.

EL REY ARTURO. ANGLOS Y SAJONES




 S VI: el rey Arturo, soberano mítico que inspiró a los poetas, logró  vencer a los invasores. Desde ese momento, los anglos y los sajones fueron amos de la parte más rica del país. Fue asombrosa la desaparición de la civilización celta romana. En Galia, ciudades y monumentos romanos han quedado de pie. En Inglaterra, la lengua guardó pocos rasgos del dominio romano; los encontrados son de los galeses.
En Francia, los monumentos son romanos; en Irlanda y en el país de los galeses, los sacerdotes y los monjes salvaron la cultura romana. Que el vocabulario doméstico sobreviviera, demuestra que se casaron con mujeres indígenas. Muchos hombres fueron masacrados o vendidos como esclavos. Los celtas fueron vencidos por los íberos.
Si Inglaterra moderna es tan profundamente diferente a Alemania, es porque la conquista Normanda fue una segunda conquista latina y porque en la sangre de los invasores germanos se mezcla, en una proporción bastante importante de  la sangre de las razas que las precedieron.

ANGLOS, YUTES Y SAJONES

Cuerpo grande,  ojos azules, cabello rubio rojizo, estómago voraz; se calentaban con licores fuertes. No tenían ninguna vergüenza de beber día y noche. De temperamento violento, su placer favorito era la guerra, pero bajo esa barbarie nativa tenían una inclinación noble y una seriedad que los alejaba de los sentimientos frívolos. Las mujeres eran castas y las bodas, puras. El hombre era fiel a su jefe. Cruel y feroz con el enemigo, leal para con su grupo, era capaz de respeto y devoción. Habiendo probado el poder terrible de la naturaleza, era religioso. Los cuentos celtas poseen unas imágenes tristes y exaltadas.  Se apasionaron al conocer la Biblia.

Velozmente los pequeños pueblos romanos fueron abandonados. Una comunidad de diez a treinta familias era un pueblo o célula para la vida de los anglosajones. 
El reino estaba dividido en “Shire”; los límites corresponden a los condados actuales. El Shire es la unidad judicial; es el lugar del patio de justicia, donde cada ciudad manda sus representantes una vez al año. Pronto el rey será el representado por un sheriff. ¿Cómo esta asamblea se ocupaba de los juicios, no lo sabemos. ¿Por una mayoría o por una discusión? La pena aumentaba con el número de culpables; los ladrones eran un grupo de uno a siete; las bandas eran un grupo de siete a treinta y cinco; más de esta cifra era un ejército. Los crímenes más graves eran los que violaban la paz del rey, en presencia de éste, en su entorno o en el vecindario o en cualquier parte.
Existía la tortura: los empalaban, los cortaban a trozos o los ahogaban con sus manos atadas. A falta de un juramento, el acusado era arrojado al agua: si caía a pique era inocente, porque el agua aceptaba recibirlo. 
También existía el juicio por el fuego; culpabilidad o inocencia era determinado por el aspecto de la quemazón, después de ciertos días. 

Luego de la Conquista Normanda, en caso de conflicto sobre la propiedad de un terreno, se recurría a la batalla singular; los dos adversarios luchaban hasta que uno pedía gracia. Estos aspectos nos hablan de una sociedad brutal, grosera, llena de honor y de una fuerte vida local.
Los anglosajones conservaron el gusto por los comités, grupos donde trataba de resolver las dificultades de la vida cotidiana, en un debate público. Este gusto se origina en su existencia nacional, donde trataban en el acto y sin burocracia en la plaza central un gran número de cuestiones administrativas y judiciales pendientes.


LOS CELTAS Y LA CONQUISTA ROMANA

LOS CELTAS Y LA CONQUISTA ROMANA


Los monumentos d´Avebury, el templo de Stonehenge y otros parecen probar la existencia de una población numerosa, habituada a unirse por una acción común, bajo la dirección de una autoridad aceptada, hace unos 2000 años a.C
¿De dónde provenían estas familias que, luego de la desaparición del hombre paleolítico y al final del período glacial, habrían poblado Inglaterra, trayendo con ellos los bueyes, las cabras y los cerdos?
Los esqueletos muestran dos razas: una, con el cráneo alargado y la otra con el cráneo más ancho. Eran dos civilizaciones distintas, una de las cuales fue denominada con el nombre de Ibéricos, probablemente de España.
Los viajeros que regresan de Malta se quedan asombrados por los trazos comunes que ofrecen los monumentos megalíticos, en dos lugares tan alejados el uno del otro. Sin duda hubo en tiempos prehistóricos en el Mediterráneo, sobre las costas del océano y hasta las islas Británicas, una civilización bastante homogénea, como hubo más tarde en el Medioevo con la  cristianos. 
Esta civilización fue transportada a Inglaterra por inmigrantes, que quedaron en contacto con el continente, gracias a los mercaderes que venían a buscar los metales de  Bretaña y llevar a cambio los productos del Levante y el ámbar del Báltico. Poco a poco, los isleños aprendieron el arte de la agricultura, a construir barcos y a fundir el bronce. Es interesante imaginar la lentitud de ese progreso, que ocupó a los hombres durante siglos.

LOS CELTAS

Entre el siglo VI  y el IV a C. llegaron a Inglaterra e Irlanda vagas tribus pastorales y guerreras, echadas de Francia, que tomaron el sitio de los Iberos. Esas tribus pertenecían a un pueblo celta, que  ocupó inmensos territorios en el valle del Danubio, el norte de los Alpes y la Galia. Se desplazaron por la presión de un pueblo más fuerte; fueron tribus que amaron la guerra, aun entre ellos; eran hombres grandes y fuertes, que se alimentaban del cerdo y de la papilla de avena, que bebían cerveza y eran hábiles en  conducir carros. Altos, de cuerpo linfático, piel blanca y  cabellos rubios. En esa larga y lenta invasión céltica, los historiadores distinguieron dos olas primordiales: la primera, Galesa, que les cedió su lengua -el gálico- a Irlanda y a Escocia; la segunda, formada por los Bretones, de donde deriva la lengua galesa y el bretón, en Francia.  Las invasiones germánicas en Inglaterra hicieron desaparecer la lengua celta. Sobrevivieron sólo algunos nombres de raíces célticas.
Los bretones bebían una mezcla de granos fermentados y miel. Doscientos años más tarde una crónica nos describe las minas de estaño y  la manera cómo los lingotes eran transportados sobre las espaldas de un asno o de un caballo, para s luego ser embarcados.
El clan celta no era totémico, sí familiar.  En Bretaña, en la época del César, se encontraron a los más célebres druidas, cada año en un punto central, quizá en Stonehenge. Los druidas enseñaban que la muerte era un desplazamiento y que la vida continuaba con sus formas y sus bienes en el mundo de los muertos, los cuales formaban una reserva de almas disponibles. Ese capital de almas no estaba limitado a la especie humana; creían también en la metempsicosis, rasgo común con el Oriente.
Las relaciones entre los británicos y los belgas eran estrechas y constantes. En el momento de la invasión romana, los celtas de las islas estaban menos armados que los galeses de Francia, quienes habían abandonado el carro de combate, porque encontraron los caballos. Los bretones no los conocían; tenían una infantería, en vez de una caballería.
En Bretaña como en Galia, los celtas, inteligentes y ligeros, imitaron la civilización romana. Los profesores, formados por los druidas, dieron a los galos su cultura clásica. Más tarde, en la Edad Media, los monjes irlandeses recordarían   el culto a las letras griegas y latinas, aunque nunca  les atrajo  las artes y los adornos en espirales en sus armas,  las joyas o vasijas de barro, aún teniendo más fantasía que los prácticos romanos. A la literatura europea le otorgaron un sentido oriental de misterio, que le es propia. Es en Tristán e Iseo o el rey Arturo, que la literatura céltica dejó su impronta europea. Con la formación de Inglaterra, los elementos célticos se conservaron en el Oeste de las islas.

LA CONQUISTA ROMANA

La Galia, habiendo sido conquistada, convertía a Bretaña en el fin de la campaña de los romanos. En esas islas fabulosas esperaban encontrar oro, perlas y esclavos. Hicieron una corta expedición de reconocimiento en el año 55 a. C; enviaron un vasallo para elegir el lugar de desembarque favorable, pero fue un error. Los bretones, advertidos, los esperaban  en la orilla. El ejército romano era superior al bretón pero, a pesar del éxito parcial, César reconoció que su pequeña armada no estaba del todo segura. Esta expedición sin gloria llegó al Senado de Roma como si hubiera sido una victoria extraordinaria. Pero César era realista; aprendió a conocer a los bretones y  la naturaleza del país, con sus puertos y sus tácticas. Sabía que no podía vencer sin una caballería y estaba decidido a regresar al año siguiente. Regresó y encontró a los bretones bajo la mano de un jefe. Los romanos se dirigieron por el río hacia el norte del Tamesis. César negoció hábilmente; el jefe fijó el tributo a pagar cada año al pueblo romano. Cicerón se burló en Roma de esta conquista, que sólo aportó algunos esclavos; la vio más como una victoria política interna  que una victoria imperial.
César murió y Bretaña fue olvidada por un siglo. Mientras tanto, el sur y el centro de ella eran parte del Imperio Romano; en el norte, la ocupación no progresó.

FIN DE LA INGLATERRA ROMANA

El fin del poder romano en las islas coincidió con una debacle de desórdenes en extremo peligrosa para el Imperio. Hacia el 384 a.C.(-SIII) se llevaron las tropas de Bretaña a Galia. Los soldados no eran romanos sino bretones. La provincia se encontraba privada de defensores.

S V

La conquista de los sajones fue lenta y la defensa, bravía. En el año 429 a. C,(-IV) el obispo San Germán  dirigió una lucha contra la herejía, lo cual prueba que los bretones tenían  tiempos para el placer y el ocio  y además para ocuparse de la teología. Durante ese  período, habiendo visto amenazada la ciudad de San Germán,  organizó una emboscada y -en el preciso momento- lanzó a los cristianos contra los bárbaros, que fueron vencidos al grito de “aleluya.”