FIN DE LA EDAD MEDIA
Aunque la guerra de los Cien Años finalizó con un rotundo fracaso para los ingleses, su recuerdo les parecía glorioso. El pueblo inglés se juzgaba invulnerable en su isla y despreciaba a las otras naciones. Eran orgullosos y este orgullo estaba fortificado por la riqueza del país, mayor que la de los demás países del continente. Un exiliado en Francia dijo estar sorprendido por la miseria de los campesinos franceses: “beben agua, se alimentan con papas y pan; no comen carne, salvo muy de vez en cuando y sólo entrañas y cabezas. Todo esto sucedía en Francia, fruto del poder Absoluto.
Inglaterra no podía cobrar impuestos no consentidos. Desde la época de Eduardo III no osaba aumentarlos sin aceptación del Parlamento. En cambio, en Francia, Carlos VII obtenía los impuestos directamente, sin necesidad de ningún Parlamento.
En Inglaterra la libertad del pueblo debilitaba al rey. Cada hombre era en las islas su propio soldado y su propio policía. EL rey no poseía tropas.
Carlos VII, en Francia, tenía un pequeño ejército de hombres armados, una caballería ligera más un fuerte de artillería, aunque no existía la milicia en los pueblos.
En Inglaterra era necesario finalizar con la violencia y la ilegalidad. El pueblo que, en la época de la guerra civil, sufrió la anarquía, estaba dispuesto a un relativo despotismo, aunque siempre el rey debía respetar las formas. La idea de la monarquía estaba limitada aunque sólidamente anclada en el espíritu sajón inglés, que fue siempre brutal y violento, pese a la educación subyacente. El gran escritor del medioevo, Chaucer, nos habla de del campesino y de su personalidad: de cabellos rojizos, vigoroso, rústico, de grandes espaldas y con la espada siempre a su lado, la violencia media fue atemperada a medias por la cortesía caballeresca y la caridad cristiana religiosa.
Pero en el S XV los hombres leían novelas y a la vez pegaban a sus mujeres y destrozaban al débil. Los modales familiares eran duros y el casamiento visto como un negocio. El padre vendía a su hija, que no osaba protestar. Luego de la boda, Chaucer nos aclara cómo las mujeres trataban a sus maridos.
Aunque la guerra de los Cien Años finalizó con un rotundo fracaso para los ingleses, su recuerdo les parecía glorioso. El pueblo inglés se juzgaba invulnerable en su isla y despreciaba a las otras naciones. Eran orgullosos y este orgullo estaba fortificado por la riqueza del país, mayor que la de los demás países del continente. Un exiliado en Francia dijo estar sorprendido por la miseria de los campesinos franceses: “beben agua, se alimentan con papas y pan; no comen carne, salvo muy de vez en cuando y sólo entrañas y cabezas. Todo esto sucedía en Francia, fruto del poder Absoluto.
Inglaterra no podía cobrar impuestos no consentidos. Desde la época de Eduardo III no osaba aumentarlos sin aceptación del Parlamento. En cambio, en Francia, Carlos VII obtenía los impuestos directamente, sin necesidad de ningún Parlamento.
En Inglaterra la libertad del pueblo debilitaba al rey. Cada hombre era en las islas su propio soldado y su propio policía. EL rey no poseía tropas.
Carlos VII, en Francia, tenía un pequeño ejército de hombres armados, una caballería ligera más un fuerte de artillería, aunque no existía la milicia en los pueblos.
En Inglaterra era necesario finalizar con la violencia y la ilegalidad. El pueblo que, en la época de la guerra civil, sufrió la anarquía, estaba dispuesto a un relativo despotismo, aunque siempre el rey debía respetar las formas. La idea de la monarquía estaba limitada aunque sólidamente anclada en el espíritu sajón inglés, que fue siempre brutal y violento, pese a la educación subyacente. El gran escritor del medioevo, Chaucer, nos habla de del campesino y de su personalidad: de cabellos rojizos, vigoroso, rústico, de grandes espaldas y con la espada siempre a su lado, la violencia media fue atemperada a medias por la cortesía caballeresca y la caridad cristiana religiosa.
Pero en el S XV los hombres leían novelas y a la vez pegaban a sus mujeres y destrozaban al débil. Los modales familiares eran duros y el casamiento visto como un negocio. El padre vendía a su hija, que no osaba protestar. Luego de la boda, Chaucer nos aclara cómo las mujeres trataban a sus maridos.
A veces administraban los negocios de sus maridos, siendo muy prudentes
Ser viuda era una ventaja. Las mujeres tenían libertad en el comercio y hasta podían convertirse en sheriffs, viajar solas y también peregrinar.
CABALLEROS Y COMERCIANTES
Desde este siglo en adelante caballeros y comerciantes deseaban tener casas en el campo. Los dueños y los sirvientes ya no comían en el mismo lugar; las casas eran más amplias; tenían un living o “lugar para conversar”, que permitía recibir a las visitas fuera de la alcoba. Tenían un jardín con flores y hierbas medicinales, como alimento o por su aroma. Los jardines ingleses son los más bellos del mundo, aún en la actualidad. Tenían bancos y un césped espeso y delicado como el terciopelo, donde las damas se paseaban. Las costumbres se volvían lujosas, mientras las casas de los pobres y de la clase media seguían siendo primitivas.
El país se cubrió de iglesias y de estatuas. Hacia fines del siglo, aparecieron los primeros libros impresos. Hubo un acceso a la cultura; los nuevos lectores deseaban libros piadosos, de gramática, crónicas rimadas y traducciones de grandes escritores latinos. La prensa reemplazaba a los copistas de los monasterios, donde la lengua inglesa rivalizaba con la latina,
El comercio y los artesanos estaban en pleno desarrollo.
El rey Enrique VI no estaba hecho para tiempos duros. No era tonto sino un santo, un poco infantil; dulce y débil, aunque respetable. En las grandes guerras de su reinado fue un mero espectador, dejando actuar a sus tíos y solamente subía a escena en un cortejo o un rito sacro. Casado con Margarita d´Anjou, era paciente y afectuoso. Oía misa, estudiaba historia y teología; vivía como un burgués y tenía horror a la pompa. Llevaba zapatos con puntas redondas, como sus paisanos. Cuando vestía ropas reales se ponía en su cuerpo un cilicio. Antes de tomar alimentarse rezaba frente a un retrato de Cristo. Dejó monumentos destacables y muy bellos. A mitad de siglo, hizo construir la abadía de Westminster y fue el fundador del colegio Eton, y de Cambridge, donde construyó la admirable capilla, pero estas construcciones terminaron arruinándolo. En una época donde la nobleza se enriquecía, el rey estaba cubierto de deudas. Tuvo que pedir dinero para celebrar la Navidad , aunque ya no le otorgaban más crédito. Estos soberanos inocentes eran presas fáciles para los nobles sin escrúpulos; el rey terminó mostrando signos de locura y perdiendo la razón. El dulce rey fue encerrado en la Torre de Londres y su primo se hizo coronar en la Abadía , bajo el nombre de Eduardo IV. Una pelea con sus consejeros puso nuevamente al rey sin juicio en la corte. Eduardo IV, indignado, hizo matar al dulce rey y al principito. Luego del doble crimen reinó sin oposición hasta e fines del S XV. Fue un rey renacentista, brillante y cínico. Vivía al día. El triunfo de la casa de York fue un golpe al prestigio del Parlamento. El York pretendía reinar por el solo derecho de herencia. La cámara dejó de representar a la comunidad inglesa.
Eduardo IV dejó dos hijos, que fueron asesinados mientras dormían, asfixiados con una almohada por su tío, Ricardo de Gloucester, hermano del rey. Muchos años después fueron encontrados amurados a la pared. Cuando el pueblo supo del asesinato de los dos principitos de 5 y 7 años de edad hubo un sentimiento de furia, aunque fatigados por las guerras civiles y las usurpaciones del trono, no hicieron nada. Fue una oportunidad de reconciliar a la nobleza: el York y los Lancaster.
Quedaba un Lancaster, Enrique Tudor, duque de Richmond, adolescente enfermizo; prudentemente se había refugiado en Bretaña. Si se casaba con Elizabeth de York, hija del rey Eduardo IV, las dos casas enemistadas durante años quedarían unidas. Ricardo III comprendió el peligro y él mismo quiso casarse, pero Enrique Tudor se le adelantó y ganó la batalla. Ricardo murió en la pelea y Enrique fue coronado como Enrique VII. La guerra entre los nobles terminó e Inglaterra dejó de mutilarse. La boda se efectuó al año siguiente.
La Inglaterra de mitad del S XV estaba lista para la felicidad, luego de una época de transición y una sociedad de varios siglos en declive.
Eduardo IV dejó dos hijos, que fueron asesinados mientras dormían, asfixiados con una almohada por su tío, Ricardo de Gloucester, hermano del rey. Muchos años después fueron encontrados amurados a la pared. Cuando el pueblo supo del asesinato de los dos principitos de 5 y 7 años de edad hubo un sentimiento de furia, aunque fatigados por las guerras civiles y las usurpaciones del trono, no hicieron nada. Fue una oportunidad de reconciliar a la nobleza: el York y los Lancaster.
Quedaba un Lancaster, Enrique Tudor, duque de Richmond, adolescente enfermizo; prudentemente se había refugiado en Bretaña. Si se casaba con Elizabeth de York, hija del rey Eduardo IV, las dos casas enemistadas durante años quedarían unidas. Ricardo III comprendió el peligro y él mismo quiso casarse, pero Enrique Tudor se le adelantó y ganó la batalla. Ricardo murió en la pelea y Enrique fue coronado como Enrique VII. La guerra entre los nobles terminó e Inglaterra dejó de mutilarse. La boda se efectuó al año siguiente.
La Inglaterra de mitad del S XV estaba lista para la felicidad, luego de una época de transición y una sociedad de varios siglos en declive.
Una nueva sociedad se levantó; la riqueza de los campesinos y artesanos asombraba.
Sólo faltaba un gobierno fuerte. Y este sería el joven Enrique Tudor, futuro Enrique VIII, segundo hijo del soberano, descendiente de Eduardo III, por la casa de los Lancaster. Al casarse con Elizabeth de York fue el único heredero posible.
Durante quince años surgieron pretendientes, sin poner nunca en peligro el trono real; reinaba una estabilidad sorprendente, pues el rey no era guerrero. Era un ser distante y misterioso; algunos lo tenían por avaro y desconfiado, dueño de una inmensa fortuna. Dejó millones de libras. Llevaba un registro de sus cuentas como un buen burgués. El dinero era poder.
Durante quince años surgieron pretendientes, sin poner nunca en peligro el trono real; reinaba una estabilidad sorprendente, pues el rey no era guerrero. Era un ser distante y misterioso; algunos lo tenían por avaro y desconfiado, dueño de una inmensa fortuna. Dejó millones de libras. Llevaba un registro de sus cuentas como un buen burgués. El dinero era poder.
En el S XVI un rey pobre era débil, sometido a los nobles y al Parlamento. Enrique VII y sus hijos no dependían de ellos. Con una armada de 150 guardias eran soberanos venerados. La guerra civil había disminuido en gran parte a la nobleza. Los Tudor se apoyaron en las tres clases nuevas: los Gentry, los Yeomen y los comerciantes. Los gentries vivían en el campo; de allí provienen la palabra gentleman, propietarios de tierras heredadas.